domingo, 11 de mayo de 2008

Subsidios que funcionan

Los subsidios y bonificaciones no son intrínsecamente perversos ni mucho menos, pero rara vez cumplen el objetivo para el que fueron diseñados. Así como la maldición de los recursos naturales, también se podría pensar en la maldición de los subsidios, que desarrolla a sectores no rentables bajo distintos pretextos. Una regla muy simple podría diferenciar entre un subsidio bueno y uno malo: las actividades no rentables sin subsidio no deberían incentivarse, las rentables sin subsidio convendría incentivarlas para que crezcan. La lógica de esta regla es simple y efectiva, además tiene respaldo en la historia de Arica, donde hemos visto muchas actividades cuya única ventaja comparativa era el subsidio, creando empresas no competitivas durante años, que terminaron en quiebra y cesantía.

La teoría del valor estratégico de Arica, que supone la obligación del Estado a subsidiar actividades no rentables, es anti histórica y ha hecho mucho daño a la ciudad. Basta recordar lo que pasó con los parques industriales. Lo peor es el efecto en las personas, que sueñan con una vuelta a los 60, en un mundo que dejó atrás esa posibilidad hace rato. Ya no se puede existir sin ser competitivo, como ocurría en el antiguo mundo de las economías aisladas.

En Arica, todos dicen tener la receta del desarrollo. Curiosamente, estas recetas consisten en pedir bonificaciones al Estado para su propia actividad. Así, mineros, agricultores, constructores, empresarios del turismo, comerciantes, etc., hacen fila diciendo que son el futuro económico de la ciudad, siempre y cuando el Estado los apoye. Aparte de los subsidios más obvios (bonificaciones o exención de impuestos) exigen también otros más sutiles, como las obras públicas absurdas, con indicadores de rentabilidad social que se pueden estirar hasta límites surrealistas.

No es mala idea que el Estado bonifique, siempre y cuando ayude a crecer algo que por sí solo es rentable. La idea es fortalecer nuestras ventajas comparativas y la prueba de la blancura debería ser: ¿Cómo está su competitividad? ¿Cómo andan sus ganancias? La plata de los impuestos estará mucho mejor empleada ayudando a crecer a los que ya tienen buenos resultados, en lugar de mantener a flote malos negocios o financiar sectores con problemas. Eso sería lo más lógico. En lugar de subsidios generales, vagamente definidos y discrecionales, por qué no hacer un concurso para premiar los negocios exitosos y ayudarlos a crecer. Arica tiene una larga historia de ayuda a empresas quebradas o ineficientes. Sería hora de ayudar a los que están empezando y les ha ido bien.

Turismo alternativo

Vengo llegando de un viaje por la Amazonía peruana. Impresionado por el potencial turístico, el bajo costo de hoteles y alimentos en Puerto Maldonado. Me asombraba no ver la cantidad de turistas que pasan a diario por las calles de Arica. Le pregunté a un amigo local dónde estaban los turistas y me dijo: "espera que llegues al aeropuerto, allí los verás". Efectivamente, en el aeropuerto comenzaron a aparecer los buses de resorts de lujo que traen a los turistas directamente a sus selvas estilo Disneylandia, sin poner un pie en la ciudad ni aportar nada a los residentes locales durante su estadía. A un costo de 300 o más dólares por noche, esos resorts fabrican un ambiente de selva pintoresco y falso, visto con envidia y no poca rabia por la gente que vive en Puerto Maldonado, donde por falta de mercadeo no pueden aprovechar el enorme potencial de ecoturismo de aventura a precios módicos.

Pensando en el tipo de turismo que se ha desarrollado casi espontáneamente en Arica, sin ayuda del gobierno ni de grandes inversiones, hemos tenido mucha suerte, porque existe una gran cantidad de pequeñas residenciales, hoteles, agencias de viaje y muchas operaciones familiares y microempresas que se benefician del turismo de pasada. Al no existir un boom que abra el apetito de los grandes inversionistas, es la ciudad entera que gana, no sólo con lo que gastan los turistas sino de interactuar con ellos de manera mucho más familiar y directa que en áreas donde la estadía es manejada por grandes empresas.

No todo el turismo deja los mismos beneficios. Los que viven cerca de los lujosos resort de Las Tacas o Villarrica saben que es muy poco lo que deja esa clase de turistas a las comunidades. Es muy importante darse cuenta de esto y no dejarse encandilar por las promesas de convertir a Arica en el Miami chileno, como a veces se pretende. Esos resort pueden ser muy valiosos para sus dueños y para los intermediarios que gestan el negocio, pero valen poco o nada para las ciudades donde se ubican.

Por eso nos conviene mucho más vender Arica como ciudad relajada, para gente sencilla que quiere vivir bien en un ambiente tranquilo y económico. De ese modo mantendremos a la ciudad lejos del interés de las grandes empresas y el turismo seguirá siendo una fuente de ocupación e ingresos para miles de pequeños negocios. Así toda la ciudad se verá beneficiada y no sólo unos pocos empresarios poderosos.

Un problema de gestión

Me sorprendió leer que Arica fue en 2006 el tercer destino más visitado por los turistas extranjeros en Chile, después de Santiago y Valparaíso. Es probable que haya que tomar las estadísticas con un granito de sal, porque no resulta fácil distinguir a los verdaderos turistas de los migrantes económicos. Pero no hay duda que buena parte de la ciudad vive a partir de residenciales, hoteles, restaurantes y otros negocios ligados al turismo.

Siendo el comercio, turismo y servicios el sector que ocupa a gran parte de la ciudad y que no afecta a recursos naturales, como ocurre con la agricultura, minería o pesca, se podría pensar que el grueso de la inversión pública debería estar dedicada a esta actividad, donde tenemos una ventaja tan evidente. Sin embargo, casi todo el capital turístico que tenemos son inversiones de los años de la Junta de Adelanto: los hoteles más lujosos de la ciudad, nuestros balnearios, las principales redes viales, todos son proyectos con 40 o más años de antigüedad.

Arica todavía vive de esa infraestructura y nos seguimos comiendo el capital de esos años, sin mayores inversiones. La última inversión relevante en turismo se hizo en Chinchorro, con un polémico convenio entre Cordenor y Serviu; sin embargo, ahí está el sector, con su infraestructura. Desde entonces puras manos de gato y, lo que es peor, las instalaciones antiguas se han ido deteriorando. Nos comemos el capital y si todavía queda algo, es porque en su momento se construyó a conciencia.

Todos se pelean la inversión pública para su sector; pedir un subsidio es cómodo, porque no requiere ser competitivo. Pero existe un problema de gestión y mala calidad de proyectos. Desde el más alto nivel hacen propuestas descabelladas, no factibles a simple vista. Tal como la historia del Parque Industrial Chacalluta, la ciudad se encandila nuevamente con las "medidas", los subsidios y la "Ley Milagrosa" que solucionará todos los problemas.

En tanto, las casas pintadas del casco viejo se volvieron a llenar de graffitis; la basura es un problema que nadie ha podido solucionar; todos los años se anuncia que se ampliará la superficie de arena en La Lisera y que se abrirá la poza para que se limpie el agua. Anuncios, sólo anuncios.

Si dejáramos de soñar con políticas de Estado y simplemente se ejecutaran los anuncios, muchos de nuestros problemas estarían resueltos. Si sólo mejorara un poco la gestión. En fin... soñar no cuesta nada.

Abandono y negación

Como en la guerra entre clásicos y románticos que dividió a Francia en el siglo XIX, en Arica tenemos nuestra propia guerrilla entre la Teoría del Abandono y la Teoría de la Negación. Los empresarios arruinados, cesantes y endeudados reclaman que el Gobierno Central nos tiene abandonados. Que por razones geopolíticas Chile llega sólo hasta Cuya, que en Santiago les interesa un comino nuestra cesantía y depresión económica, porque como somos pocos votos, invertir en Arica no es políticamente rentable.

Los políticos y empleados del Gobierno niegan todo categóricamente, si bien existen problemas las cosas van mejorando, vienen nuevos y mejores proyectos, la cesantía, depresión son sensaciones subjetivas que nada tienen que ver con la realidad, porque Arica en promedio, es una ciudad que está bastante bien comparada con otros lugares de Chile. Son los portavoces de la Teoría de la Negación, que restan importancia a cualquier problema y frente a cada crítica sacan algún anuncio que "ya viene" y que "en el futuro" arreglará los problemas de la ciudad.

Probablemente, ambos tengan razón en cosas específicas, pero están equivocados en la forma de enfrentar el problema. Muy característico en los ariqueños es creer que su situación personal es reflejo de la ciudad. Por eso el que tiene un generoso sueldo fiscal piensa que Arica está mejor que nunca; mientras que el que está mal cree que toda la ciudad está en la ruina.

La Teoría del Abandono pide políticas de Estado, subsidios que nunca serán suficientes, pues alcanzan a unos pocos y producen un drama cuando se cortan. Los de la Teoría de la Negación exigen optimismo y fe en el futuro, olvidando que con pura fe no se paga las cuentas. No es cosa de ahora. Las dos teorías, con los mismos argumentos, vienen de los años 70. Seguimos girando en círculos. Cambian gobiernos, pasan los años pero se repiten los argumentos y se discute las mismas cosas.

En tanto, nadie se preocupa de mejorar la gestión, arreglar lo que anda mal, ejecutar lo anunciado, y parar los negociados individuales. Todos creen que su negocio es clave para el desarrollo de la ciudad,. La mitad de los ariqueños exige subsidios para su propio provecho,, mientras que la otra mitad acusa al resto de llorones y afirma que estamos mejor que nunca. Por eso en Arica pasan los años y todo sigue igual, lo que no deja de ser parte del encanto de vivir en esta ciudad.

No hay subsidio que dure cien años

Finalmente, cerró la planta de General Motors, el último bastión del barrio industrial, dejando a más de 500 personas sin empleo. Dicen que la economía local está generando 500 empleos mensuales. Nunca está demás un poco de humor en medio de tanta tragedia, porque si consideramos que el INE define como empleado al que ha tenido a lo menos una hora de trabajo remunerado en la semana recién pasada, vemos que como chiste no podría ser más triste.

Era lógico, fuertemente subsidiados durante décadas, tenía que llegar el día en que les cortaran el agua. Los que vivimos el colapso del barrio industrial, sabemos lo duro que va a resultar, especialmente para los que han hecho carrera en la empresa. Aunque el mal de muchos es consuelo de tontos, General Motors ha debido cerrar plantas y despedir a miles de sus empleados en Estados Unidos. Los estados de Michigan y Ohio conocen de primera mano estos problemas y allá sí que es duro quedar cesante.

La planta Arica de General Motors deja a una cantidad importante de pintores, operarios mecánicos y administrativos muy bien calificados. Todos ellos tendrían buenas posibilidades, si en nuestra ciudad existiese inversión y actividad económica. Ojalá que puedan recolocarse en las mineras y sus contratistas. No será lo mismo, pero ya nada es lo mismo.

Los que llevamos años en Arica recordamos con nostalgia al antiguo barrio industrial y sus miles de personas con trabajo estable y bien pagado. Pero seamos francos, era todo una ilusión, pagada con creces en términos de pobreza y bajo crecimiento. Cuando Chile tenía un modelo de sustitución de importaciones, era uno de los países más pobres de América latina.

El problema de fondo no se solucionará con más empleos de emergencia, ni reconversión laboral al estilo de Lota, menos manteniendo los subsidios indefinidamente. La verdadera solución es que existan empresas rentables en lo que ya somos competitivos, para que con las ventas alcance para pagar sueldos y además dar ganancia.

Mucho más eficiente que inventar nuevos subsidios es ver cuáles son las actividades que generan negocio y no están explotadas a plena capacidad. Basta mejorar lo que anda mal con nuestras ventajas naturales. Eso es lo lógico, en lugar de estar soñando con nuevos barrios industriales y subsidios. Porque no hay subsidio que dure cien años, ni país que lo aguante.

Playa nudista y turismo

Hace algunos años, hubo una propuesta para que el Concejo Municipal estudiara permitir una playa nudista en el sector de La Liserilla. Esta idea causó revuelo, siendo finalmente desechada ante la oposición de diversos personeros.

No había necesidad de que el Concejo estudiara nada, porque la práctica del nudismo en un lugar apartado y de difícil acceso, por parte de personas debidamente organizadas e identificadas no constituye falta ni delito en Chile. Esto lo demuestra la existencia de Playa Luna en Puchuncaví, donde se practica el naturismo sin ningún problema.

Como he recibido correos de extranjeros consultando la posibilidad de practicar el topless o nudismo en playas locales, averigüé cuál es el marco legal y qué problemas podrían tener quienes lo hagan. Es lícito todo lo que no esté definido como falta o delito. Los contrarios al nudismo denuncian estos casos como una infracción al artículo 373 del Código Penal, relacionado con ofensas a la moral y las buenas costumbres. La sola práctica del nudismo en lugares apartados, como una actividad natural y organizada, no reúne exigencias legales para constituir falta o delito. Así se ha pronunciado la justicia en varios casos.

No es necesario ningún pronunciamiento municipal, basta que una cantidad de gente se organice en torno a un reglamento, un código de conducta, tengan un abogado que proteja sus derechos y perfectamente podrían usar una playa apartada como lugar topless o nudista. Esto agregaría un atractivo adicional para los turistas, a costo cero.

En Arica se habla de turismo, pero no se hace mucho. Es una de las pocas ciudades turísticas de Chile donde los locales nocturnos cierran a las 4 de la madrugada. Bastaría un acuerdo municipal para eliminar la restricción. Una ciudad mojigata y provinciana no despegará como lugar preferido por los visitantes, porque el mundo está repleto de playas nudistas y locales que funcionan toda la noche. Si queremos competir con éxito, asumamos que no somos el único destino turístico en el mundo.

Según estadísticas del año 2002, comercio, turismo y servicios generaba un 39% de los puestos de trabajo en la ciudad, pese a la poca cooperación del sector público, que era la segunda fuente de empleos con un 27%. La masa laboral de Arica se divide principalmente entre los que trabajan en esos dos sectores. Si el turismo se apoyara en proporción a su importancia económica, estaríamos mucho mejor que ahora.

¿Por qué no reciclamos?

Arica tiene grandes problemas con la basura, y no creo que valga la pena entrar en la guerra de recriminaciones. Sin embargo, botamos todos los días cantidades de material potencialmente valioso que no se recicla por no tomarse el trabajo de separarlo (papel, cartón, plásticos, vidrios, metal y muchas otras).

Sacar provecho de la basura parece una idea muy interesante. Y por qué no reciclar también las ideas, las viejas rivalidades y querellas que se arrastran hace años, que equivalen a la basura mental de nuestra ciudad y que mantienen a todos desunidos, tratando de sacar su pequeña ventaja a costa del desprestigio y la ruina del vecino. Esta basura mental, como su equivalente físico, se acumula y cubre a la ciudad como una peste. Impide que se haga proyectos, porque siempre aparece alguien preocupado de que "el enemigo" vaya a ganar prestigio. Así, Arica vive paralizada en medio de acusaciones y querellas.

Como pronto vienen elecciones municipales, ¿por qué no reciclar esa basura mental y competir en buena ley, presentando proyectos? Además de los fondos regionales, está lleno de fondos concursables de nivel nacional, con plata que se podría aprovechar para impulsar negocios, el turismo, la limpieza y creación de mejores espacios públicos. Los potenciales candidatos tienen acceso a instituciones que se podrían beneficiar con esos proyectos. No costaría mucho que en lugar de promesas, maquetas o perfiles muy someros, los candidatos llegaran a los concursos nacionales con su proyecto completo, para competir por cosas concretas y valiosas para Arica.

En una competencia de esa clase, hasta los que pierden dejarían su aporte. Como estarían ocupados promoviendo sus proyectos, no habría tiempo ni ganas de andar espiando, acusando o promoviendo peleas.

Hubo una época en que los ariqueños remaban para el mismo lado, dejando diferencias políticas y ambiciones de figuración personal; cuando se trataba de conseguir cosas para la ciudad. Esa también fue la época de oro, cuando Arica era la ciudad más pujante de Chile. Ahora, en cambio, es como un bote que gira en círculos y no llega a ningún lado, porque cada cual rema para donde le conviene.

Qué bueno sería que recicláramos, no sólo la basura del vertedero, sino también la basura mental de las ambiciones y el personalismo, que es el peor problema que enfrenta la ciudad y causa de la mayoría de los demás problemas.

Economía de redes para Arica

Varios años atrás José Piñera preguntó en Iquique quienes habían escuchado hablar de los blogs y unas cinco o seis personas levantamos la mano. Si hoy repitiera esa pregunta es probable que la mayoría de los asistentes dirían que tienen blogs o visitan regularmente alguno. Los blogs pasaron a ser respetables y desde la gente común hasta los prominentes hoy escriben y publican en Internet sobre distintos temas de manera regular. El secreto es su facilidad para actualizar: cualquiera puede hacerlo sin tener que preocuparse de los detalles técnicos, además del almacenamiento casi ilimitado, gratis y que se puede aprender a usar en un rato.

Ante tanta maravilla la pregunta es obvia: ¿Será posible sacarles algún provecho económico? En teoría es posible, pero son contadas las personas que han ganado plata con los blogs. Aparte de hacer amigos y popularidad personal, muy pocos han encontrado la receta para sacarles un provecho real y efectivo. La tecnología está allí: un medio que permite poner avisos los 365 días del año a costo cero, llegando a cualquier rincón del mundo con una audiencia potencial de más de mil millones de personas. ¿Por qué nadie le saca provecho? A pesar que existe la herramienta, todavía no han aprendido a usar la economía de redes, y se aplican conceptos antiguos a una tecnología completamente nueva. Supongamos que alguien tiene un restaurante y quiere publicitarlo en Internet, lo típico es que hará una página web tradicional que pasará sin pena ni gloria, visitada sólo por él y sus amigos.

Pero Internet tiene sus propios mecanismos: un sitio funciona bien solamente si está integrado a otro más grande, y sólo será efectivo si contiene información útil en lugar de propaganda. Si ese mismo dueño de restaurante tuviera un blog comercial actualizado, integrado con blogs de todos los restaurantes de la ciudad, y si tuviera publicada su carta con todos los precios, entonces estaría usando la economía de redes y podría tener un éxito comercial que no se produce para una web aislada. La idea de los blog comerciales puede ser muy potente, supongamos para Arica que unos 200 comerciantes hacen blogs con información sobre precios, ofertas y los publican en un sitio índice común. Como son muy fáciles de actualizar ellos mismos podrían mantener la información al día y cada vez que alguien busque información sobre Arica en Internet llegará al índice, encontrará precios y el blog producirá el efecto que se buscaba: captar nuevos clientes.

Es un concepto nuevo, que usa la economía de redes y todavía nadie lo hace. Aprender a vender por Internet es una oportunidad que está esperando a que alguien se decida y la ponga en práctica.

La suerte del pobre

Siempre que leo sobre la importancia de la pequeña empresa, me acuerdo de varios de mis amigos soldadores, mecánicos, pintores, ripieros o fabricantes de bloquetas del barrio industrial. La mayoría apenas sobreviven en negocios de subsistencia, comiéndose el capital como quien corta un queso en tajadas cada vez más finas, con la esperanza que así le va a durar más tiempo. Me pregunto si vale la pena fomentar esta cesantía disfrazada que mantiene a duras penas a tantas familias en nuestra ciudad.

Ahora que está de moda la cultura del emprendimiento, yo pienso en cuantos de esos emprendedores que se cambiarían encantados a un trabajo normal, ni siquiera un buen trabajo, sino simplemente algo que les dé un salario fijo a fin de mes para ir pagando sus necesidades urgentes. La mayoría de estos pequeños emprendimientos no son otra cosa que un forma de enfrentar la cesantía, arrastrada durante demasiado tiempo, sin perspectivas de crecimiento, ni menos de acumular capital. Al contrario, lo usual es comerse el capital hasta quedar sin nada.

Se dice que la pyme es la que genera más puestos de trabajo en Chile, pero más que nada autoempleados en muy malas condiciones, sin muchos conocimientos y que van dando tumbos en una cadena de malos negocios. La pequeña empresa que crece es una mínima proporción del total, entonces surge la pregunta: ¿Se puede hacer algo para ayudarlos?. La respuesta fácil es perdonarles las deudas, prestarles más plata y relajar las exigencias legales, cosa que se ha intentado desde cuando la Corfo daba esos créditos blandos, que nadie pagaba, hasta el día de hoy que con otros nombres y algún maquillaje, se sigue aplicando la misma receta. Pero persiste el problema fundamental: que muchas microempresas son inviables, se dedican a producir pero no venden lo suficiente como para acumular capital y progresar. No es un problema de capital ni se arregla prestándoles plata porque sin venta el préstamo se les hace sal y agua.

La única verdadera ayuda es abrirles mercados y enseñarles a vender, como lo hizo la Fundación Chile con espectaculares resultados en los años 80. Las microempresas en Arica no necesitan leyes, préstamos ni perdonazos sino más venta. Si alguien fuera eficaz en abrirles mercados ya no veríamos tanto taller ruinoso marcando el paso por décadas, y por fin esas empresas recibirían una ayuda concreta. Sin embargo es increíble lo poco que se invierte en abrir mercados y ayudar a vender, esos subsidios generalmente son aprovechados por grandes empresas que ni siquiera los necesitan, mientras los pequeños, para variar, se quedan debajo de la mesa. Parece que esa es la suerte del pobre.

Arica playera

Trescientos sesenta y seis días, nuevecitos, de paquete, se nos presentan con la llegada de este nuevo año bisiesto. Como en todo comienzo, enfrentamos un mundo lleno de posibilidades. Podemos esforzarnos por lograr todo lo que no alcanzamos antes, o repetir los mismos errores y dejarnos llevar por la corriente. Pero el nuevo año tiene otra gran ventaja para los suertudos que vivimos en el hemisferio sur, porque coincide con el comienzo del verano.

Arica revive en los veranos, llegan los turistas, brilla más el sol y la gente comienza a ir a la playa. Es la época en que las familias tradicionales, aprovechando el clima benigno, se trasladan con camas y petacas a acampar a Las Machas o Corazones. A pesar de los siglos que han pasado, conservamos muchas costumbres antiguas, siempre hemos sido una ciudad playera y relajada. Recuerden que los Chinchorro no dejaron grandes construcciones ni ingeniosos inventos, ¿para qué? En un lugar donde la vida es tan fácil, los grandes esfuerzos son innecesarios.

La cultura playera también divide en distintas facciones a esta ciudad de individualistas: algunos prefieren El Laucho, otros son fanáticos de La Lisera, mientras que Chinchorro tiene sus propia clientela. Son gente que va durante años, todos los veranos a la misma playa, se colocan en el mismo lugar y hacen las mismas cosas: algunos se dedican a jugar a las cartas, otros a las paletas y algunas chicas simulan leer un grueso libro, mientras chequean cuidadosamente a los del sexo opuesto. Yo que soy demasiado flojo para todo eso, pertenezco al grupo de los mirones, que se colocan a observar el mar y otras cosas de interés acodado en las barandas. Como es la misma gente todos los años, la playa se convierte en una especie de club social, donde casi todos se conocen o por lo menos se ubican.

Arica es una ciudad extraña, donde nada queda demasiado lejos del mar. El "centro" está ubicado justo en una esquina, y darse una vuelta a la playa a mediodía es el deporte más popular de la ciudad. El concepto de salir a dar una vuelta, que ya se ha perdido en todas las grandes ciudades, todavía reina en la nuestra, no se sale a nada concreto, simplemente a dar una vuelta a la playa o al centro. Arica es playera, los oficinistas se van a trabajar con el traje de baño debajo de la tenida formal, salen a la hora de almuerzo y aprovechan de pasar a la playa a mediodía, allí se encuentran con los amigos, se comen un ceviche y dormitan hasta las 4 de la tarde, para volver en pocos minutos al duro trabajo. Si eso no es calidad de vida, no sé cómo podría llamarse, vivimos como millonarios sin darnos cuenta, tal vez sea por eso que rara vez nos encontramos un peso en el bolsillo.

Aprendamos de la historia

La sabiduría popular dice que la plata viene y se va, basta mirar la historia para darse cuenta cuán cierto es el dicho. En el siglo XVI la mayor riqueza minera del mundo estaba concentrada en la Villa Imperial de Potosí, que llegó a tener 250 mil habitantes. Más tarde, en el siglo XIX esa misma ciudad estaba sumida en la pobreza. La historia de Potosí viene a la mente ahora que anuncian que se ha doblado el presupuesto para proyectos en nuestra región. Siempre es bueno recibir más plata, pero lo principal es gastarla bien. Sin buenos proyectos los fondos se escurrirán como agua por la alcantarilla, dando una ilusión de prosperidad sólo por un corto tiempo.

Gastar bien significa distinguir entre lo que es gasto, que sólo da un alivio temporal, y lo que es inversión, que sigue produciendo en el tiempo. La Junta de Adelanto dejó buenos ejemplos de inversiones: la infraestructura de las universidades, el puerto, los balnearios y tantas cosas que hasta el día de hoy son parte de nuestro capital. Buena parte del turismo en la ciudad, que es un sector que lidera nuestra economía, no existiría de no haberse hecho esas inversiones hace más de 30 años. Ahora que habrá más plata, cosa que tal vez no se repita, es importante pensar bien en qué se va a gastar ¿Cuántas inversiones de real impacto productivo se han hecho desde los años 60?

Existen en Arica infinitas ideas para la inversión pública. La mayoría va por el lado de subsidios: todos apelan a alguna condición especial para pedir incentivos. Pero miremos la realidad: eso ha funcionado muy mal en el tiempo. Al final, los subsidios sólo han fomentado la ineficiencia, cuando lo realmente valioso es lo que facilita la generación de riqueza. Muchas empresas se han armado con estos planes de fomento y cuando se termina el incentivo, desaparecen. Mientras se siga poniendo plata en sectores que no se sostienen por sí mismos, o en proyectos descabellados, sin sustento en la realidad, seguiremos mal.

Nuestra nueva región parte con una gran marraqueta bajo el brazo. Ojalá que esa plata se invierta con sabiduría, y que no repitamos la historia de la Villa Imperial de Potosí. Hay sectores que se han ido desarrollando más o menos espontáneamente, y eso indica que tienen ventajas naturales. Los negocios relacionados con el turismo han prosperado casi sin necesidad de subsidios, lo que nos da una señal potente de dónde están nuestras fortalezas.

Cada peso invertido en hacer nuestra ciudad más limpia, con más identidad y facilidades para los turistas, será plata bien invertida, tal como fue la infraestructura de la Junta de Adelanto en los 60. Ojalá podamos aprender de la historia.

Mitología ariqueña

Arica es una ciudad mitológica. Estamos llenos de cuentos, leyendas y sueños de un pasado esplendor que vivimos recordando con nostalgia. Dependiendo de la edad del ariqueño, la edad del oro puede ser el Puerto Libre, la Junta de Adelanto, la época de las industrias o el auge del contrabando hacia Perú. Ese es el pasado mítico que todos esperan que algún día se repita.

Varias décadas atrás, fuimos la ciudad más pujante de Chile, con un modelo de autogestión donde se construyó todo, menos el Morro. En esos años gente de todo el país llegaba a la ciudad como a una tierra prometida. Cuando vino la decadencia, muchos ya se habían acostumbrado y se quedaron, pensando que los buenos tiempos algún día tendrían que volver. Esta mirada permanente al pasado es lo que modela la opinión de los ariqueños, que sueñan con repetir el Puerto Libre, la Junta de Adelanto o las industrias. Pero ya no se puede. El mundo cambió y lo que antes eran ventajas, hoy no existen. Además la preocupación de los políticos es asegurar sus intereses personales y familiares, así es que ya no es factible ninguna medida que les quite espacios de poder, como ocurrió con la Junta de Adelanto.

¿Qué hacer entonces? Muchos han optado por irse a buscar trabajo a otro lado. Sólo un par de mis compañeros de universidad sigue viviendo acá, pero la mayoría sueña con volver y añora las cosas que para nosotros son comunes y corrientes: la seguridad, el buen clima, el estilo de vida lento y relajado, la playa en verano, el bajo costo de vida. A pesar de todos los problemas, en Arica la vida sigue siendo fácil y agradable. No se extrañen si comienza a llegar gente de otros países a disfrutar de estas cosas que nosotros apenas tomamos en cuenta.

Por eso, no hay que quedarse pegados mirando para atrás y alimentando la reputación de quejumbrosos. Hay que dar valor a lo que ya tenemos, sin caer en cuentos chinos ni repetir los mismos errores. El turismo puede ser la siguiente época de oro en la ciudad, no con grandes edificios ni casinos, porque de donde vienen los turistas hay casinos y construcciones mejores de lo que podemos soñar. Debemos buscar nuestras ventajas comparativas y potenciarlas. Nuestra riqueza es lo auténtico y natural, basta con mejorar las playas, la limpieza, pintura, plantar árboles de verdad, esos que dan sombra, hacer más áreas verdes y mejorar todos los servicios al turista. Que Arica no vuelva a ser más el lugar donde "no hay mucho que hacer", más información y mejores servicios. No cuesta casi nada, sólo la voluntad de mejorar. La economía del futuro está en los servicios y en eso tenemos muchas ventajas comparativas.

Sitios web que funcionan

Aunque se habla mucho acerca de las maravillas de Internet, su utilidad práctica todavía está en pañales. En poco más de veinte años se han solucionado casi todos los problemas técnicos que hacían a los computadores difíciles de usar para la gente común: hoy, cualquiera sabe usar el mouse, explorar Internet o manejar su correo electrónico. Ahora el problema es: ¿Cómo puedo aprovechar esto para cosas prácticas, como ganar plata o vivir mejor? Si bien hay mucha gente con acceso a los computadores, todavía es poco el provecho real que pueden obtener de eso. Las aplicaciones más usadas en la actualidad como el correo electrónico, el chat y la Internet para fines recreativos, no son muy productivas en la vida real.

Pero, el potencial de la web está allí, lo malo es que no basta con un esfuerzo individual. Supongamos que tengo un restaurante en Arica y abro un blog para promocionarlo en Internet. ¿Tendré después de eso una avalancha de clientes? Difícilmente, porque mi esfuerzo individual no desencadenará el fenómeno. No basta un blog para conseguir que millones de personas lean con atención lo que publiqué y que luego lleguen a comprarme. Internet está repleto de páginas que nadie visita, es como un inmenso cementerio de sitios muertos, unos pocos con algún movimiento y uno que otro exitoso. ¿Cómo desencadenar el interés por un sitio y ponerlo de moda? Es algo que sólo se puede conseguir con un esfuerzo colectivo. Volviendo al ejemplo, el sitio web de un restaurante no será visitado por nadie, pero si en un lugar están todos los restaurantes de la ciudad, tendría mucha mejor chance de iniciar una avalancha de visitas.

Junto con la visita, además, hay que vender el contenido y en Internet la propaganda convencional no funciona. Lo que tiene éxito en otros medios fracasa en Internet porque la gente busca información, no propaganda: precios, detalles explícitos de cada cosa y servicio que se ofrece con su valor correspondiente. Como en Chile tenemos aversión a hablar de asuntos de plata en público, nadie publica sus precios o muchos detalles, por eso los sitios web no captan interés ni clientes.

Si algún día se llega a aprovechar el potencial de Internet para beneficiar realmente a los negocios de Arica, tendrán que cumplirse estas dos condiciones: que estén todos en un solo lugar y que tengan información detallada, actual y real en lugar de propaganda. Como ven, es un problema cultural, mucho más difícil de solucionar que la parte técnica, que ya está en gran parte resuelta. Por mientras eso no ocurra, Internet seguirá siendo un cementerio lleno de sitios que casi nadie visita, un lugar para chatear o mandar cadenas de mail y los negocios seguirán languideciendo, pese a tener esta potente herramienta al alcance de la mano.

Pequeñas ideas para el turismo

Mejorar la oferta turística en Arica no es difícil. Sin necesidad de leyes milagrosas ni grandes inversiones, que jamás se materializan, hay pequeñas cosas de sentido común, que pueden ayudar a transformar a la ciudad en un lugar mucho más atractivo para el visitante. Algo obvio es alargar la hora de cierre de los locales nocturnos. Obligarlos a cerrar a las 4 A.M. perjudica a los locales serios como casino, discos, boites, y conviene a los clandestinos que siguen funcionando a puerta cerrada. Es una regulación contraproducente, que no sirve para lo que fue pensada y causa un daño inadvertido a la oferta de la ciudad. La solución es muy simple y basta que el Concejo Municipal se ponga de acuerdo y elimine esta restricción, como se ha hecho en varias ciudades turísticas del país.

Otra medida sencilla y necesaria es un sistema simplificado para otorgar visa temporal a turistas de Estados Unidos y Europa. Porque hay muchos interesados en hacer turismo de larga estadía, de un año o más, lo que es valioso para la ciudad en muchos sentidos. Para ello necesitan una visa que les permita contratar Internet, abrir cuentas corrientes y todo lo necesario en una estadía prolongada. Tal como no les ponen problemas para renovar la visa de turista, la residencia temporal debería ser un trámite simple, fácil y rápido, para lo que sólo es necesaria la buena voluntad de la oficina regional de Extranjería. Es absurdo dar el mismo tratamiento al obrero que viene de un país pobre a buscar trabajo que a un turista que viene de Estados Unidos o Europa a quedarse por una temporada larga.

Son cosas sencillas, pero nadie las hace. ¿Es que a nadie se le ha ocurrido que los problemas no son por falta de leyes sino por exceso de regulaciones? Por un lado, todos hablan de la vocación turística de la ciudad y de lo necesario que es mejorar nuestros servicios, pero falta hacer cosas prácticas e inmediatas. Son acciones que no cuestan plata, pero tendrán impacto directo en la reputación de la ciudad, como un lugar amable para el visitante. La crítica más común que hacen los turistas es que en Arica no hay mucho que hacer. ¿No sería lógico incentivar a la industria de la entretención? Basta con ir facilitando trámites y eliminando restricciones.

La estrategia de desarrollo no sirve de nada si se queda sólo en un discurso impreso en papel couché decorado con fotos de paisajes y autoridades. Hay que convertir el discurso en acciones. Y muchas acciones pequeñas que se van acumulando resultarán más efectivas, a la larga, que esos proyectos gigantescos que nunca se materializan. Ojalá surgieran muchas más ideas sencillas y factibles para mejorar el turismo, pero sobre todo, ojalá se materializaran, no cuestan nada y tenemos mucho que ganar con ellas.

Porqué no a la minería

Hace tiempo se viene diciendo que los problemas de cesantía en la ciudad se solucionarían al desafectar parte de los parques nacionales para la explotación minera. Esto, en la imaginación popular, convertiría al Altiplano en una especie de Chuquicamata y a Arica en una segunda Antofagasta. Es una opinión tan popular que tal vez me linchen por lo que voy a escribir, pero alguien tiene que decirlo: no es una buena idea.

No es primera vez que la opinión local se deja encandilar por espejismos, ha pasado antes, recuerden el entusiasmo por los parques industriales y muchas leyes de excepción que finalmente resultaron un fiasco. Otra vez la brújula anda perdida.

La gran minería en los parques y reservas nacionales nunca será viable, es una idea que va contra la tendencia mundial de privilegiar la conservación y penalizar la contaminación. No hay actividad más contaminante que la minería y si alguna vez se llega a establecer una explotación en un parque nacional estará sujeta a restricciones nacionales e internacionales. Sólo se conseguirá beneficiar a operaciones locales, pequeñas, mal pagadas y contaminantes como la que tuvimos hace unos años en Choquelimpie. Es imposible que el altiplano se convierta en una segunda Chuquicamata, eso es desconocer para donde va la micro de la economía.

No es primera vez que en Arica salen estas propuestas anti históricas, recuerden que contra toda la tendencia mundial los iluminados ariqueños lucharon por crear dos parques industriales en los noventa, soñando que con eso volverían las armadurías. Solo miren como están hoy los elefantes blancos y comparen con las promesas e ilusiones que generaron. Con la explotación minera pasaría lo mismo, el daño de imagen al turismo y servicios, que es el sector que lleva el carro de la economía regional, será enorme y se perderán décadas de esfuerzo privado en vender la ciudad como un lugar seguro y limpio de contaminación.

Esto no quiere decir que no convenga fomentar la minería en las enormes áreas desérticas como Camarones y Acha que abundan en cobre y pueden ser explotadas con mucho menos daño ambiental. Lo que pasa es que resulta tonto explorar en parques nacionales teniendo justo al lado riquezas mineras conocidas y apenas explotadas. ¿Cuántas décadas pasaron antes que se decidieran a explotar el litio en Antofagasta? Algo parecido ocurre con los recursos no metálicos, que según los expertos será la minería más importante en el futuro, Arica tiene reservas únicas en Chile y esas son operaciones de mínimo impacto ambiental. Si piensan hacer algo que lo piensen bien, y que lo hagan bien, en lugar de aferrarse a ideas demagógicas que no tienen una mínima previsión de futuro. Sí a la minería, pero donde corresponde.

Conservar es mejor

Hay un error común en los proyectos turísticos de nuestra ciudad: no toman en cuenta el punto de vista del visitante. Cuando uno llega a otro país no le interesa tanto ver un lugar bonito, sino algo diferente, lo que busca el turista es lo raro, lo sorprendente y especial. ¿Qué interés tendrá para un europeo o un norteamericano ver casas nuevas y parques bien cuidados? Ninguno, porque de donde ellos vienen hay casas mejores, edificios más altos y parques mucho más lindos de los que nosotros podemos costear. Eso no significa que la ciudad deba ser sucia y fea. Hay que entender que para el turista esas no son las cosas fundamentales.

Es un error básico, porque al tratar de copiar a los países desarrollados, con bajo presupuesto, no estamos atrayendo a los turistas, sino que aburriéndolos. En Iquique convirtieron la calle Baquedano, que era funcional y auténtica, en una especie de Disneylandia de bajo presupuesto. Muchos proyectos con intenciones turísticas en Arica caen en el mismo error, las plazas tradicionales se convierten en copias baratas de las plazas de Europa y se planta palmeras tropicales con la esperanza de que algún despistado nos confunda con Cancún.

Nada de eso sirve, porque no es auténtico, igual que los nuevos ricos que construyen sus casas de bloquetas, pero al estilo mediterráneo, muchos proyectos tienen esa falta de originalidad que hace que algunas partes de la ciudad sean tan poco atractivas como un huevo sin sal. Recuerdo una de mis grandes desilusiones al conocer Japón fue ver lo poco japonés del paisaje, bien podría ser cualquier lugar que la Quinta Región aparte de una que otra casa de estilo tradicional. Probablemente, muchos turistas que llegan a la ciudad buscando lo ariqueño se llevan similar desilusión.

Por eso, aprovecho de destacar el gran valor de la conservación del Barrio Yungay. Bien por la Cámara de Turismo y por mi amigo Fernando Antequera, ellos sí entienden que el atractivo está en lo auténtico, y esas son iniciativas que deben multiplicarse. Arica está llena de cosas especiales que son nuestro verdadero atractivo. Ningún turista se va a impresionar porque el aeropuerto tiene mangas de embarque. El hecho de que todo se cierre a la hora de la siesta debería ser nuestro orgullo, eso es ser distintivo y no copiones de otros lugares plagados de trabajólicos.

Sólo lo diferente tiene valor, las copias sirven para que los locales tengan la ilusión de vivir en Europa, no para el turismo. Para el turista, edificios, palmeras y remodelaciones no valen. No más remodelaciones por favor, sí más conservación y restauración de lo poco auténtico que nos está quedando.

Arica ciudad segura

Una de las cosas buenas que tenemos en Arica es vivir en un lugar tranquilo y seguro. Hay otras ciudades donde el simple hecho de caminar en la noche es una invitación al asalto y ni siquiera en su propia casa se puede sentir tranquilo. Vivir en esos lugares presenta una serie de problemas, que ni siquiera imaginamos. No es que en Arica no existan delincuentes, pero no hay el nivel de violencia e impunidad común en otras ciudades. Del extranjero, mejor ni hablamos. En comparación nuestros problemas, son mucho menores.

Es un privilegio vivir en una ciudad donde casi no existe el lumpen, donde los ricos no son ostentosos, ni los pobres extremadamente miserables. Esto, que a nosotros nos parece tan natural que casi no nos damos cuenta, es algo que nota enseguida la gente que llega desde otras partes. Amigos extranjeros me han comentado, por ejemplo, su sorpresa al ver casas bonitas en barrios humildes. No hay segregación estricta entre barrios acomodados y pobres, tan común en casi todas las demás ciudades. Tampoco existe el clasismo ostentoso, ni la obsesión por la ropa o las apariencias. Arica es una ciudad diferente.

Existe otro factor que explica la calidad de Arica como ciudad segura: La cantidad y actitud de los carabineros en nuestras calles. Tenemos una policía uniformada de lujo y ni nos damos cuenta, porque la costumbre. Claro que la gente que viene de otras partes lo nota inmediatamente y cuando estamos fuera de la ciudad es una de las cosas que extrañamos.

Esa sensación de seguridad impagable para los que vienen de lugares infestados de pandillas y policías abusivos, no es trivial, como creemos. Al contrario, es un privilegio que debemos cuidar y preocuparnos que no se pierda. El reconocimiento al trabajo de los carabineros, la colaboración, el trato mutuamente respetuoso y sin prepotencia, son fundamentales para que nuestra ciudad se mantenga en el tiempo como un lugar seguro.

Y ahora que pasaron las Fiestas Patrias con relativamente pocos accidentes, y a veces recordamos irritados a los "pacos" controlando los vehículos, no nos olvidemos que sólo están haciendo su trabajo y a más de un borracho al que le quitaron las llaves lo pueden haber librado de convertirse en un involuntario asesino. Que sigan haciendo su trabajo nomás, con respeto y criterio como hacen la mayoría de las veces. Así seguiremos disfrutando del privilegio de vivir en una de las ciudades más tranquilas de Chile.

Un chincol se comió una viña

Uva por uva. Varios años atrás, trabajaba en un proyecto que se hacía cada vez más complicado. Había empezado a desesperarme pensando que jamás lo podría terminar. Entonces, me dijeron por primera vez el dicho ese "un chincol se comió una viña, uva por uva; un día se comió una uvita, al día siguiente otra y así, después de un tiempo se había comido la viña completa". Ahora, cada vez que veo que las cosas no funcionan, me acuerdo del dicho y me tranquiliza pensar que, con el tiempo, si no dejamos de empujar en la dirección correcta, finalmente todo caminará sobre ruedas.

Es lo que pasa con Arica, donde gracias a modestas iniciativas ha ido mejorando la imagen como un lugar agradable para visitar o vivir. La suma de pequeños esfuerzos constantes puede conseguir mucho más que si nos quedamos esperando la ley milagrosa, ese mito tan enquistado en la mente de los ariqueños. Si queremos que la historia del chincol funcione, hay dos condiciones importantes: perseverancia y dirección. Muchas iniciativas en la ciudad se pierden porque no persisten en el tiempo, mientras que otras fracasan por falta de dirección, celos, competencias y afán de figurar. Así, terminan duplicando y triplicando las mismas cosas tanta pelea y competencia sucia. Si cada uno tira para su lado, no nos va a llevar a ninguna parte.

Una de esas iniciativas, modesta pero muy valiosa, fue la pintura de las casas del casco viejo. Pero aquí es donde entra la perseverancia: pasó el tiempo, las casas volvieron a llenarse de graffitis y suciedad,. Es claro que necesitan repintarse a lo menos cada dos años. ¿Queremos volver a tener un centro feo y lleno de casas ruinosas? Así como nos lavamos la cara todos los días, el esfuerzo de mantener el centro bien pintado debiera ser permanente. No es tan caro tener una ciudad linda. Es cosa de encontrar los incentivos correctos. El casco viejo debe ser tratado con respeto, porque es una de las partes más importantes de nuestro patrimonio. Arica sufre de una tremenda pérdida de identidad y patrimonio con el deterioro y las remodelaciones del casco viejo. No existe interés -salvo escasas excepciones- por mantener el legado arquitectónico de la ciudad. Corremos el peligro de convertirnos en otra ciudad uniforme como ha pasado en tantos lugares de Chile.

A propósito, ¿se han fijado que Arica tiene menos barrios sucios y miserables que muchas ciudades de Chile? Ese también es nuestro patrimonio y nuestro orgullo.

Si hay algo en lo que vale la pena gastar recursos públicos, es en mantener la ciudad hermosa.

Electrónicos del norte

Entre el jueves 16 y sábado 18 se realizó el segundo encuentro de egresados de Ingeniería Eléctrica y Electrónica de la Universidad de Tarapacá, donde llegaron profesionales de todo Chile a una serie de actividades de camaradería, conferencias y foros. Es un tema que me toca personalmente, habiendo egresado del antiguo Departamento de Electrónica, donde pasé felices años y se consolidaron mis mejores amistades. No es algo de lo que pueda escribir con la cabeza fría, porque me toca muy directamente. Desde los años 70, la Universidad del Norte comenzó a formar ingenieros para las industrias de la ciudad. Ha pasado el tiempo y aunque esas industrias ya no existen, los eléctricos y electrónicos del norte siguen trabajando en la minería, comunicaciones, pesca y muchas otras empresas a lo largo del país.

Recuerdo uno de los días más felices de mi vida cuando logré matricularme en la universidad, haciendo piruetas para pagar el arancel básico y aprovechando cada ayudantía o pequeño trabajo para pagar las cuotas. Muchos de mis compañeros estaban en la misma situación; reprobar un ramo significaba el fin del sueño de ser ingeniero. Además, la electrónica había dejado de ser la profesión de moda y sólo los que tenían la vocación muy clara se atrevían a estudiar una carrera tan árida y complicada.

Seguramente, por eso los eléctricos y electrónicos tenemos tanto en común y hemos formado una comunidad unida que a más de 40 años de creada la carrera, hace volver a Arica, con gran sacrificio, a ingenieros de todo el país para este evento considerado imperdible. Muchos profesionales de otras ciudades que estudiaron en Arica recuerdan la ciudad como el paraíso perdido. La oportunidad de volver después de tantos años es irresistible. Y así nos vamos juntando, recordando y conociendo compañeros de otras generaciones. Han resultado tan bien las cosas, que pensamos repetir el evento anualmente. Y cada año será más grande, participarán más ingenieros y compartiremos con los estudiantes de la carrera, porque los que ya pasamos por las salas de clases, tenemos mucha experiencia que contar.

También queremos entregar nuestra historia a la comunidad y alumnos de la enseñanza media, porque la mayoría de los egresados han tenido una vida profesional interesante o destacada. Queremos potenciar a nuestra Universidad de Tarapacá y a nuestra escuela, donde existe una importante comunidad entre egresados, profesores y funcionarios de gran potencial para el futuro. En 2008 nos vemos nuevamente compañeros, con el compromiso de que el evento será cada año mejor.

Basura

Se dice que la playa La Lisera es sucia porque allá van los pobres, lo que muestra un clasismo insoportable, además de ser mentira. Viví bastante tiempo al lado de la playa y pude ver que va gente de todas las clases sociales, lo que me lleva a la inevitable conclusión de que somos sucios por cultura o falta de ella y no por estrato social.

Desde el exclusivo vecindario de Azapa hasta las poblaciones más humildes, hay montones de basura en la calle. Lo curioso es que todos reclaman por la basura y lo sucios que son los otros. Si creyésemos lo que todo el mundo dice, Arica debería ser la ciudad más limpia de Chile, porque todos se ven como personas cuidadosas del aseo.

Es la cultura de la basura, de la que no estamos conscientes, porque nacimos y crecimos en ella. Para una fiesta de año nuevo invité a unos amigos extranjeros y armamos una cena en el patio. Al final encendimos unos puros y mis amigos se empezaron a poner nerviosos, porque no encontraban cenicero. "Pero qué importa", decía yo, "estamos en el patio, mañana se barre y listo". Pero no hubo caso, hubo que buscarles un cenicero. Era un asunto de principios.

La basura no nos molesta. Estamos condicionados a soportarla. De una manera muy chilena, nos encanta despotricar contra los sucios, sin darnos cuenta que todos normalmente lo somos. Cuando un chileno ve que otro bota una cáscara de plátano al suelo, no la recoge, se limita a insultarlo o a mandar un indignado reclamo al diario.

La cultura de la basura está tan dentro de nosotros que ni nos damos cuenta de sus efectos. Es la explicación de por qué fracasaron los contenedores que pusieron en todo Arica; mientras los vecinos los iban llenando en cualquier día y hora, el propio servicio de recolección siguió funcionando sin lógica ni regularidad. Así, se enfrentan como enemigos quienes debiesen trabajar en armonía y se recriminan mutuamente.

Ya que somos tan buenos para adoptar modas extranjeras, podríamos imitar a países que suelen tener un condicionamiento casi instintivo en contra de tirar basura. Esto parte de las escuelas, donde se hace fiestas para recoger basura; profesores y autoridades se ponen a recoger los desperdicios. Pero dudo que lleguemos algún día a eso. Las propias escuelas son lúgubres y a menudo sucias. Más bien es ahí donde comenzamos a acostumbrarnos a la mugre, a tirar las cosas al suelo y esperar que otro las recoja.

Parece que lo traemos en los genes. No hay caso. Tal vez lo mejor es que nos resignemos a convivir con la basura, en lugar de hacernos mala sangre por algo que parece instalado en todos los niveles de nuestra sociedad.

Globalicemos Arica

La globalización produjo una serie de cambios, que achicaron el mundo de manera inesperada. Muchos se preguntan si no estamos en peligro de perder la identidad. El peligro es real, pero todo depende de cómo lo enfrentemos. Si creemos que el progreso consiste en copiar y asimilarnos a la cultura mundial, claro que perderemos nuestra alma. Los chilenos tenemos una sólida tradición de copiones y muchos sueñan con rehacer nuestro país como un modelo, de bajo presupuesto, del mundo desarrollado. La pérdida de identidad y las tradiciones en nombre del modernismo es algo muy característico en Chile.

Pero, si no perdemos la brújula, en un mundo global nuestra originalidad se hace valiosa, podemos globalizarnos, ser apreciados en el resto del mundo por lo que somos y no ser sólo el secreto local de unos pocos. Así como las cosas buenas nos llegan rápidamente de otras partes, nosotros también podemos sacar lo mejor que tenemos, tal como se expandió el MacDonald's o la comida china por todo el planeta. La globalización no es sólo recibir.

Desgraciadamente, en Arica muy pocos entienden que nuestro valor está en la originalidad. Lo que nos hace únicos es el estilo de vida, el clima, la calidad de oasis, nuestra tradición multicultural, el tamaño pequeño, la riqueza natural e histórica. Cuando reclaman porque el comercio cierra a mediodía y no se construyen grandes edificios como en Iquique, se muestra provincianismo en el peor sentido de la palabra, ignorando lo fundamental que es el estilo de vida. Apelan al turismo, sin tener idea de lo cotizada que es una ciudad relajada en estos tiempos.

Arica debiera globalizarse cuanto antes, aceptando lo bueno de afuera y dando a conocer en todo el mundo lo bueno que nosotros tenemos. Cuidando nuestra naturaleza, nuestras viejas casas, nuestro relajado estilo de vida, costumbres y tradiciones; esos son los tesoros que debemos exportar, desde un real amor hacia lo que somos y no con folletos de falso paraíso tropical. Cuando hablo de crear valor para la ciudad, me refiero precisamente a eso, a darnos cuenta de lo valioso que son las cosas que hemos tenido desde siempre y a difundirlas.

Tarde o temprano se irá generando una sinergia en la ciudad, cuando las autoridades se den cuenta que esa es la oportunidad y el camino. Diferenciarse es la forma correcta de hacer las cosas en el mundo globalizado. Dejemos de lado a los copiones, usemos el cerebro y globalicemos Arica, porque con Internet eso ahora es factible.

Ariqueñismo

Ariqueñismo es un concepto raro. No existe en otro lugar algo semejante. No hay valparaisismo, antofagastismo, mucho menos santiaguismo. Es una de las cosas especiales que tiene nuestra ciudad. Refleja un sentimiento y una manera de ser. Dicen que es el agua con boro que se deposita en las células y poco a poco nos va convirtiendo, tal como lo hace un virus o una enfermedad contagiosa.

El ariqueñismo presenta distintos síntomas como pasear sin propósito fijo por 21 de Mayo, tomarse un shop esperando que aparezca algún amigo, o ir a la playa a mediodía para volver al trabajo después de la siesta; emocionarse cuando tocan el Himno de Arica, ser devoto de la Virgen de Las Peñas, hacerse amigo de Ricardo Dodds Laspiur; en fin, son muchas cosas que, después de vivir algunos años en Arica, hacemos sin darnos cuenta. De pronto, un día nos despertamos inadvertidamente convertidos en ariqueños netos.

El ariqueñismo o enfermedad ariqueña también nos desarrolla exageradamente la nostalgia y siempre pensamos en la época de oro. El paraíso perdido puede ser el puerto libre, la época de las industrias o el auge del contrabando, según la edad del ariqueño neto. Tal vez ahora será la época de oro para alguna futura generación. Quien lo sabe.

Lo curioso es que no se necesita haber nacido en Arica para contraer esta enfermedad,. Basta vivir acá un par de años para exponerse al contagio. He visto a varios que llegan quejándose que la ciudad es lenta, que duermen siesta; los dejo de ver un año y me los encuentro en el café con algún cuento inverosímil para tratar de conseguir unos pesos. Algunos se resisten por un tiempo mientras otros caen fulminados por el virus apenas llegan. Lo seguro es que si viven lo suficiente en la ciudad, terminarán como ariqueños netos.

Y le tomarán el gusto al picante de guatas con patas, irán cada domingo al Terminal del Agro, leerán La Estrella de Arica aunque sea en kioscos o prestada, andarán toda su vida cortos de plata y con proyectos que casi casi resultan, pero por alguna clase de maldición se van siempre al agua a último minuto. Y si tienen la suerte de ser reconocidos, serán llevados al cementerio, por Vicuña Mackenna, con un largo cortejo a pie encabezado por el Orfeón Municipal, con don Tito Watson a la batuta. Su muerte saldrá en el diario y cuando leamos pensaremos con nostalgia: "se fue, un ariqueño neto menos".