domingo, 7 de diciembre de 2008

No nos gusta servir

A los chilenos no nos gusta servir, los trabajos que consisten en dar alguna clase de servicio son considerados menores y hasta humillantes. Debe ser parte de nuestra herencia de hidalgos ese gusto por abusar y humillar a los que nos sirven. Nunca he sabido que un padre aspire para el futuro de sus hijos que sean vendedores, garzones, empleados, por el contrario todos quieren tener hijos que manden y si son prepotentes mucho mejor, "autoridad que no abusa pierde prestigio".

Eso podría ser una más de nuestras rarezas, sin mucha consecuencia. Pero vivimos en una ciudad donde la única ventaja comparativa es la posibilidad de vender servicios, por lo que se convierte en un problema muy serio. No tenemos una cultura de buen servicio como en los países sajones, donde les encanta servir, las personas son atentas por naturaleza y a nadie se le pasa por la mente que atender a otras personas sea un trabajo humillante.

Tal vez por eso existe esa extraña cultura del garzón chileno, hosco o, al contrario, confianzudo en exceso pero siempre depredador en busca de propinas. La figura del cuidador de autos, es otra faceta de nuestra mala actitud hacia los servicios, son gente servil y melosa hasta que les negamos una propina, entonces se convierten en chantajistas agresivos. La función del cuida autos es muy difícil de entender para los extranjeros porque en otros países la policía se encargaría de impedir el dudoso servicio que prestan, nosotros en cambio lo vemos como cosa normal.

Este desprecio a servir cruza toda la pirámide social, los dueños de negocios se sienten "empresarios", mucho más importantes que sus propios clientes y piensan que pueden tratarlos como se les antoje. La profesión de garzón es mal considerada y los empresarios les pagan el mínimo sin darse cuenta que con eso echan a perder sus propios intereses, obligándolos a convertirse en furiosos caza propinas para sobrevivir. Mientras no cambie esa actitud y nos empecemos a dar cuenta que es bueno servir seguiremos siendo como tantos otros lugares de Chile y América Latina. Algo tan sencillo como una actitud cordial y servicial para el cliente nos podría diferenciar. Recordemos que en el mundo global en que vivimos las diferencias son lo que nos hace ganar plata.

El cambio de actitud debe partir con los empresarios, preocuparse de la calidad de servicio contratando buenos vendedores y pagándoles como corresponde. No se gana nada con aplausos, el cuento de la camiseta y palmaditas en la espalda. Un buen empleado debe ser bien pagado. A ver si algún día se dan cuenta y empiezan a hacer la diferencia.

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