domingo, 7 de diciembre de 2008

Rápidos y furiosos

Puedo estar equivocado, a medida que pasa el tiempo tendemos a pensar que antes todo fue mejor, pero tengo una idea que me ronda desde hace tiempo: que ahora hay muchos más accidentes causados por conductores borrachos, que hace diez o quince años. Me parece que lo que antes era excepcional ahora se ha hecho costumbre. Cuando viví cerca de la playa hace pocos años era cosa de todas las noches ver los autos en loca carrera, choques con conductores que apenas sabían lo que había pasado, si es que quedaban vivos.

Recuerdo el gran accidente donde murieron varios jóvenes al chocar dos autos de frente en playa Las Machas y su irónica consecuencia no hace mucho tiempo: un conductor que chocó con la animita que habían armado allí mismo para conmemorar la tragedia. Nadie está libre de un accidente, yo mismo tuve uno que podría haber tenido consecuencias desastrosas, pero los conductores que hacen carrera en la calle completamente borrachos son un fenómeno que ha recrudecido en los últimos años.

En algún momento, tal vez después de la película "Rápido y Furioso", se pusieron de moda las carreras callejeras y algunos reconocen, incluso con orgullo, ser entusiastas de esta práctica que ha causado tantas tragedias. Nada que decir sobre los que compiten en una pista sujetos a un reglamento y medidas de seguridad, pero conducir borracho a alta velocidad me parece un comportamiento despreciable.

Recuerdo que años atrás existía un acuerdo tácito, en el Cuchi-Cuchi y después en la ex isla El Alacrán, donde la gente podía ir a tomar unas cervezas sin ser molestados siempre y cuando supieran comportarse. Los que trataban de lucirse acelerando o haciendo locuras en el auto recibían la sanción social siendo catalogados de ridículos; en esa época Carabineros pasaba frecuentemente chequeando que todo estuviera en orden. Era uno de los encantos de nuestra ciudad y rara vez ocurrían los accidentes trágicos que hoy son tan frecuentes.

En algún momento, por presiones moralistas, se comenzó a endurecer el control en la ex isla El Alacrán y ocurrió lo peor, en lugar de estar todos tranquilos y controlados en un solo lugar comenzaron a desperdigarse. Como es físicamente imposible que Carabineros esté en todas partes, se perdió el respeto y el remedio resultó mucho peor que la enfermedad. Hoy esos moralistas aparecen quejándose y exigiendo que se endurezcan más los controles, pero todo es culpa de ellos mismos, sólo les queda seguir quejándose inútilmente mientras los rápidos y furiosos se juntan en distintos lugares de la ciudad a emborracharse y sentirse inmortales detrás de un volante, fuera de todo control.

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