domingo, 11 de mayo de 2008

Ariqueñismo

Ariqueñismo es un concepto raro. No existe en otro lugar algo semejante. No hay valparaisismo, antofagastismo, mucho menos santiaguismo. Es una de las cosas especiales que tiene nuestra ciudad. Refleja un sentimiento y una manera de ser. Dicen que es el agua con boro que se deposita en las células y poco a poco nos va convirtiendo, tal como lo hace un virus o una enfermedad contagiosa.

El ariqueñismo presenta distintos síntomas como pasear sin propósito fijo por 21 de Mayo, tomarse un shop esperando que aparezca algún amigo, o ir a la playa a mediodía para volver al trabajo después de la siesta; emocionarse cuando tocan el Himno de Arica, ser devoto de la Virgen de Las Peñas, hacerse amigo de Ricardo Dodds Laspiur; en fin, son muchas cosas que, después de vivir algunos años en Arica, hacemos sin darnos cuenta. De pronto, un día nos despertamos inadvertidamente convertidos en ariqueños netos.

El ariqueñismo o enfermedad ariqueña también nos desarrolla exageradamente la nostalgia y siempre pensamos en la época de oro. El paraíso perdido puede ser el puerto libre, la época de las industrias o el auge del contrabando, según la edad del ariqueño neto. Tal vez ahora será la época de oro para alguna futura generación. Quien lo sabe.

Lo curioso es que no se necesita haber nacido en Arica para contraer esta enfermedad,. Basta vivir acá un par de años para exponerse al contagio. He visto a varios que llegan quejándose que la ciudad es lenta, que duermen siesta; los dejo de ver un año y me los encuentro en el café con algún cuento inverosímil para tratar de conseguir unos pesos. Algunos se resisten por un tiempo mientras otros caen fulminados por el virus apenas llegan. Lo seguro es que si viven lo suficiente en la ciudad, terminarán como ariqueños netos.

Y le tomarán el gusto al picante de guatas con patas, irán cada domingo al Terminal del Agro, leerán La Estrella de Arica aunque sea en kioscos o prestada, andarán toda su vida cortos de plata y con proyectos que casi casi resultan, pero por alguna clase de maldición se van siempre al agua a último minuto. Y si tienen la suerte de ser reconocidos, serán llevados al cementerio, por Vicuña Mackenna, con un largo cortejo a pie encabezado por el Orfeón Municipal, con don Tito Watson a la batuta. Su muerte saldrá en el diario y cuando leamos pensaremos con nostalgia: "se fue, un ariqueño neto menos".

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