domingo, 11 de mayo de 2008

Basura

Se dice que la playa La Lisera es sucia porque allá van los pobres, lo que muestra un clasismo insoportable, además de ser mentira. Viví bastante tiempo al lado de la playa y pude ver que va gente de todas las clases sociales, lo que me lleva a la inevitable conclusión de que somos sucios por cultura o falta de ella y no por estrato social.

Desde el exclusivo vecindario de Azapa hasta las poblaciones más humildes, hay montones de basura en la calle. Lo curioso es que todos reclaman por la basura y lo sucios que son los otros. Si creyésemos lo que todo el mundo dice, Arica debería ser la ciudad más limpia de Chile, porque todos se ven como personas cuidadosas del aseo.

Es la cultura de la basura, de la que no estamos conscientes, porque nacimos y crecimos en ella. Para una fiesta de año nuevo invité a unos amigos extranjeros y armamos una cena en el patio. Al final encendimos unos puros y mis amigos se empezaron a poner nerviosos, porque no encontraban cenicero. "Pero qué importa", decía yo, "estamos en el patio, mañana se barre y listo". Pero no hubo caso, hubo que buscarles un cenicero. Era un asunto de principios.

La basura no nos molesta. Estamos condicionados a soportarla. De una manera muy chilena, nos encanta despotricar contra los sucios, sin darnos cuenta que todos normalmente lo somos. Cuando un chileno ve que otro bota una cáscara de plátano al suelo, no la recoge, se limita a insultarlo o a mandar un indignado reclamo al diario.

La cultura de la basura está tan dentro de nosotros que ni nos damos cuenta de sus efectos. Es la explicación de por qué fracasaron los contenedores que pusieron en todo Arica; mientras los vecinos los iban llenando en cualquier día y hora, el propio servicio de recolección siguió funcionando sin lógica ni regularidad. Así, se enfrentan como enemigos quienes debiesen trabajar en armonía y se recriminan mutuamente.

Ya que somos tan buenos para adoptar modas extranjeras, podríamos imitar a países que suelen tener un condicionamiento casi instintivo en contra de tirar basura. Esto parte de las escuelas, donde se hace fiestas para recoger basura; profesores y autoridades se ponen a recoger los desperdicios. Pero dudo que lleguemos algún día a eso. Las propias escuelas son lúgubres y a menudo sucias. Más bien es ahí donde comenzamos a acostumbrarnos a la mugre, a tirar las cosas al suelo y esperar que otro las recoja.

Parece que lo traemos en los genes. No hay caso. Tal vez lo mejor es que nos resignemos a convivir con la basura, en lugar de hacernos mala sangre por algo que parece instalado en todos los niveles de nuestra sociedad.

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