domingo, 11 de mayo de 2008

Un chincol se comió una viña

Uva por uva. Varios años atrás, trabajaba en un proyecto que se hacía cada vez más complicado. Había empezado a desesperarme pensando que jamás lo podría terminar. Entonces, me dijeron por primera vez el dicho ese "un chincol se comió una viña, uva por uva; un día se comió una uvita, al día siguiente otra y así, después de un tiempo se había comido la viña completa". Ahora, cada vez que veo que las cosas no funcionan, me acuerdo del dicho y me tranquiliza pensar que, con el tiempo, si no dejamos de empujar en la dirección correcta, finalmente todo caminará sobre ruedas.

Es lo que pasa con Arica, donde gracias a modestas iniciativas ha ido mejorando la imagen como un lugar agradable para visitar o vivir. La suma de pequeños esfuerzos constantes puede conseguir mucho más que si nos quedamos esperando la ley milagrosa, ese mito tan enquistado en la mente de los ariqueños. Si queremos que la historia del chincol funcione, hay dos condiciones importantes: perseverancia y dirección. Muchas iniciativas en la ciudad se pierden porque no persisten en el tiempo, mientras que otras fracasan por falta de dirección, celos, competencias y afán de figurar. Así, terminan duplicando y triplicando las mismas cosas tanta pelea y competencia sucia. Si cada uno tira para su lado, no nos va a llevar a ninguna parte.

Una de esas iniciativas, modesta pero muy valiosa, fue la pintura de las casas del casco viejo. Pero aquí es donde entra la perseverancia: pasó el tiempo, las casas volvieron a llenarse de graffitis y suciedad,. Es claro que necesitan repintarse a lo menos cada dos años. ¿Queremos volver a tener un centro feo y lleno de casas ruinosas? Así como nos lavamos la cara todos los días, el esfuerzo de mantener el centro bien pintado debiera ser permanente. No es tan caro tener una ciudad linda. Es cosa de encontrar los incentivos correctos. El casco viejo debe ser tratado con respeto, porque es una de las partes más importantes de nuestro patrimonio. Arica sufre de una tremenda pérdida de identidad y patrimonio con el deterioro y las remodelaciones del casco viejo. No existe interés -salvo escasas excepciones- por mantener el legado arquitectónico de la ciudad. Corremos el peligro de convertirnos en otra ciudad uniforme como ha pasado en tantos lugares de Chile.

A propósito, ¿se han fijado que Arica tiene menos barrios sucios y miserables que muchas ciudades de Chile? Ese también es nuestro patrimonio y nuestro orgullo.

Si hay algo en lo que vale la pena gastar recursos públicos, es en mantener la ciudad hermosa.

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