sábado, 7 de mayo de 2011

Hay amores que matan

Casi todos los provincianos sueñan con su pueblo de origen conservando una visión idílica del lugar donde crecieron. Arica no es la excepción y tenemos un cariño muy fuerte por la ciudad, nuestro panteón de recuerdos entrañables incluye el Morro, el Himno de Arica, la ex Isla El Alacrán, las playas, tantas cosas que nos penan cuando estamos lejos. Aunque la mayoría no somos nacidos en la ciudad parece que esta pertenencia adoptiva refuerza el cariño. Muchos se han ido por necesidad económica y sueñan con volver. Los que nos quedamos hemos perdido la oportunidad de ganar plata a cambio de vivir en un lugar agradable. Esa es la esencia del ariqueñismo.


El problema es cuando se usa este sentimiento como trampolín político; basta que canten el himno de Arica, mencionen al Morro imponente y digan algunas frases cliché para dar vuelta a la gente. Parece que vivimos de puros recuerdos sentimentales, irracionales, de un pasado ideal. Pero cuidado, recordemos también que tuvimos décadas de contaminación metálica gracias a un buen negocio de Promel. Y en los ochentas éramos regados con pesticidas desde el aire varias veces al día, y en los noventas debíamos soportar la fetidez de las pesqueras. Hoy mismo tenemos la peor agua potable del país y en la prensa aparecen escandalosos nombramientos o licitaciones brujas a cada rato. Nadie reclama demasiado por eso.

Muchos, en cambio, reclaman por políticas de Estado, exigen medidas al gobierno centralista, como la eliminación de impuestos. ¿No se dan cuenta que lo más difícil de conseguir es que un gobierno elimine impuestos? Son ideas anticuadas, es como si alguien se empecinara a usar la máquina de escribir en lugar de un procesador de textos. Pero exigir lo inviable tiene un beneficio: distrae a la gente de los escándalos del día a día. Mientras todos sueñan con Arica sin impuestos los escándalos de la basura pasan calladitos, lo mismo que los millonarios estudios inútiles y tantas cosas por el estilo. Arica es una ciudad muy curiosa, donde las licitaciones se arreglan mucho mejor que los problemas.

Hay amores que matan y en cierto sentido el ariqueñismo ha sido uno de esos amores perversos. Es un lindo sentimiento, pero a través de su manipulación le facilita la vida a gente no muy honesta. Por eso hay que reforzar los canales no oficiales, hay muchos trabajando por su cuenta y de manera desinteresada por la ciudad, allí es donde está la expresión pura del ariqueñismo, no nos olvidemos del legado de Juan Guillén Canales, uno que no aprovechó de llenarse los bolsillos en su paso por la política. Ese es el tipo de sentimiento que debemos rescatar y mantener en el tiempo.

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