sábado, 7 de mayo de 2011

Un derrame desastroso

El 13 de septiembre pasado un camión boliviano volcó en la zona del Pucara de Copaquilla, derramando 32.000 litros de petroleo. Después vinieron las primeras reuniones de coordinación del Minsiterio de Obras Públicas, Conama y la empresa de transportes propietaria del camión para planificar los trabajos de limpieza y mitigación del daño ecológico.

Todo muy bien hasta allí, excepto que ayer recibí la llamada de gente del sector pidiendo que por favor escriba una carta o artículo en el diario porque a más de un mes del accidente todavía no se ha hecho nada y el riesgo que los 32.000 litros de petróleo empiecen a infiltrar las napas subterráneas o lleguen a los cauces de riego cercanos los tiene desesperados. No es broma para un agricultor, que sobrevive de su pequeña cosecha, que venga un camión y derrame miles de litros de petróleo en sus cauces ¿a quien pueden reclamar?.

El libre tránsito de carga comercial y el acceso a los puertos chilenos con Bolivia, al que estamos obligados por el tratado de 1904, constituye hasta el día de hoy una pesada carga para nuestra región. Un denso tráfico de camiones de alto tonelaje en la carretera Arica-La Paz hace esta ruta, vital para nuestros intereses turísticos, extremadamente peligrosa. El paso de estos camiones cargados por la ciudad mantiene en permanente destrozo los pavimentos y los accidentes causados por manejo descuidado no son infrecuentes.

El transporte de concentrados metálicos por camión, y antes por ferrocarril, se efectuó durante décadas sin las más elementales medidas de protección. Los concentrados altamente tóxicos eran regados por el ferrocarril a su paso y hasta hace muy poco eran almacenados a la intemperie, al lado del Terminal donde los ariqueños comprábamos el pescado. El transporte de petróleo está constantemente sujeto al riesgo de accidentes.

Es insultante que el gobierno boliviano a veces parece desinteresado en los daños que provoca el manejo descuidado de la carga y los contaminantes en nuestra ciudad, pero mucho más insultante resulta la indiferencia que han tenido los gobiernos de nuestro propio país, que por un mezquino calculo monetario, no han sido capaces de proteger la salud de los ariqueños. Las consecuencias demoran, pero finalmente aparecen y cubren de vergüenza a los responsables. Recuerden a los niños contaminados y sus familias.

Pero se supone que este es un nuevo gobierno, que no repetirá la desidia casi criminal de algunos funcionarios del pasado, este accidente es la mejor oportunidad para demostrarlo, haciendo la mitigación de inmediato, para después entrar al problema de quien pagará la cuenta. Recuerden que por esas torpes discusiones los concentrados metálicos pasaron décadas contaminando a nuestros propios hijos.

Por eso hago un llamado a las autoridades a actuar con rapidez y decisión en este caso, no se pueden empantanar en burocracia cuando hay personas inocentes involucradas, hay que hacer la mitigación lo antes posible antes que vengan las lluvias del altiplano y el daño sea irremediable.

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